En estos 24 años de servicio he vivido muchas experiencias, pero la que más me quedó grabada, es cuando recién ingresé al servicio en una comunidad cercana a mi lugar de origen. Para mi se me hacía tan lejos llegar ahí porque iba con temor a trabajar en mis primeros años, donde fui adquiriendo experiencia con los alumnos. En ese entonces me dieron segundo grado, había niñas y niños que se acercaban a mi para regalarme detallitos y algunos me decían palabras bonitas que de alguna manera me levantaban el ánimo y daban seguridad y ganas de seguir adelante. Los primeros años son difíciles porque llega uno con el temor y la incertidumbre de lo que se vaya a enfrentar tanto con los padres de familia, alumnos y maestros. Con el paso del tiempo me fui adaptado y los padres de familia se acercaban a mi para brindarme su apoyo en cualquier situación que tuviera que ver con sus hijos en cuanto a su aprendizaje y conducta, fue entonces donde me di cuenta que el ser maestra es tener vocación para orientar, enseñar, aprender de los demás y guiar a los alumnos por el buen camino y que los padres lleguen a apreciarnos por lo que somos y nos agradezcan lo que se hizo con cada uno de los alumnos.
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