martes, 14 de julio de 2015

Reflexión

En estos 24 años de servicio he vivido muchas experiencias, pero la que más me quedó grabada, es cuando recién ingresé al servicio en una comunidad cercana a mi lugar de origen. Para mi se me hacía tan lejos llegar ahí  porque iba con temor a trabajar en mis primeros años, donde fui adquiriendo experiencia con los alumnos. En ese entonces me dieron segundo grado, había niñas y niños que se acercaban a mi para regalarme detallitos  y algunos me decían palabras bonitas que de alguna manera me levantaban el ánimo y daban seguridad y ganas de seguir adelante. Los primeros años son difíciles  porque llega uno con el temor y la incertidumbre de lo que se vaya a enfrentar tanto con los padres de familia, alumnos y maestros. Con el paso del tiempo me fui adaptado y los padres de familia se acercaban a mi para brindarme su apoyo en cualquier situación que tuviera que ver con sus hijos en cuanto a su aprendizaje y conducta, fue entonces donde me di cuenta  que el ser maestra es tener vocación para orientar, enseñar, aprender de los demás y guiar a los alumnos por el buen camino y que los padres lleguen a apreciarnos por lo que somos y nos agradezcan lo que se hizo con cada uno de los alumnos.

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